La luz seguía cada uno de sus movimientos. Recuerdo su cara radiante, brillante por el sudor y ausente, sus ojos achinados, sus lindas margaritas, sus finos labios de color rojo y su negro pelo bien amarrado en la nuca. Recuerdo sus movimientos suaves y como se desplazaba flotando frente a mí. La falda se movía dócilmente, a ratos por detrás, a ratos por delante, pero siempre acompañando sus piernas mágicas que se desenvuelven impecables en ese pequeño espacio.

Yo la seguía con mis ojos infantiles, sorprendida, nerviosa y orgullosa como cada vez que la veía sobre un escenario.

La música sigue cada uno de sus movimientos y la acompaña en el fluir de su danza, de pronto cambia el ritmo, la melodía acelera las notas y ella acelera los pasos, la luz a penas la alcanza y sus piernas se flectan y se hace grande y ¡zaz! despega en un Grand Jeté y se ve majestuosa suspendida en el aire y el aire queda suspendido en mis pulmones hasta que ella desciende y cae con el pie derecho y suena un poco más fuerte de lo esperado y un pequeño rictus aparece en su boca, la música sigue y sigue la danza y muchos ojos maravillados siguen su baile hasta que las luces se apagan y el silencio es roto por los aplausos y la luz vuelve a iluminarnos a todos.

Espero impaciente que vuelva a salir y lo hace, con un leve rengueo casi imperceptible. Un andar ligero, disimulado tras su presencia distinguida. Y nos saluda con una elegante reverencia y le devolvemos más aplausos y un ramo de flores.

Corro tras bambalinas y la veo con una bolsa de hielo en el tobillo hinchado. De la mano de mis padres nos vamos a casa y ella apenas puede caminar, pero no importa, la presentación salió bien, va con la frente en alto.

Así hay que dar cara a la vida aprendí, con la frente en alto, ser fuerte. Y así me hice, con esta armadura hermosa y protectora que me muestra ajena e impenetrable. Un exoesqueleto que sostiene mi alma y mi debilidad, que deja la vulnerabilidad escondida y protegida. Una coraza fuerte como la de mi madre.

La vi perdiendo a su amor, pero seguía estoica. Yo no me dejaba conquistar, tenía que ser fuerte. Así en nuestra soledad nos acompañamos y los días pasaban y pasaba el tiempo y las corazas felices iban por la vida mostrando fortaleza.  

Hasta que un día, con mis ojos adultos, la vi rengueando nuevamente, casi imperceptible. Al principio fue solo un tropiezo y aquel rictus se dibujó en su boca nuevamente, pero esta vez el hielo no lo alivió. Ella no se detuvo, siguió avanzando como también siguió avanzando la cojera por dentro de esa armadura. Ya costaba fluir con la música en el escenario y con el viento en la montaña. Primero le di un bastón, después le ofrecí mi hombro, pasaron más días y no fue suficiente, la llevé en mis brazos, la llevaron mis hermanos, mi hermana, su hermana, mis tías, mi padre, su madre, su hermano y muchos otros y ella sonreía amorosa en su fortaleza, mientras su cuerpo adentro se iba desvaneciendo, pero su frente seguía en alto, la armadura seguía brillando.

Esa noche la armadura no nos quiso despertar, ella era fuerte, ella podía. A la mañana siguiente casi no quedaba aliento, mi armadura corrió por ayuda. Cuando volví no quedaba cuerpo, no quedaba vida, solo esa armadura hermosa y fuerte que aguantaba todo.

Y fue así como se desprendió de ella, ya no le servía, ya no la quería porque era muy dura y no podía fluir con las notas de un cello, el zapateo de una cueca o el compás de un vallenato. Era muy pesada para subir a su pieza, dar la vuelta larga o hacer un Grand Jeté. Era muy brillante y no dejaba ver la belleza de su rostro, ese radiante con los ojos achinados, los finos labios rojos y sus lindas margaritas.

Y así aprendí que yo tampoco la quiero, le agradezco su ayuda y su protección, pero quiero ir liviana y vulnerable, con la frente en alto, pero no ajena. Así que si no es tarde, entierro esta armadura allá en el cementerio para que se funda con la de ella y se descomponga y crezca en un fuerte árbol protector cuyas hojas dancen al compás del viento.

5 thoughts on “Grand Jeté

  1. Que hermoso , tu forma de narrar me trajo a a mente las imágenes que no había visto y los recuerdos de tu madre en el bar noche tras noche con sus amigas de siempre ,en su mesa su arte y su risa ,sus ojos profundos y ese cabello que por si solo danzaba y su fuerza su increíble fuerza , también su proceso tal cual lo describes su bastón su nave eléctrica y su tristeza

      1. Las palabras son mágicas cuando el amor habla, ví a la inesita y su belleza en movimiento, te ví pequeña y alucinada, con esa madre bella que hablaba con el cuerpo, te vi diferenciando entre la madre y la mujer, te veo a ti, bella, abriéndose a la vida, soltando tus cadenas, sin miedo a lo vulnerable, sin miedo a sentir, te veo caminando libre, con ganas de vivir intensamente, y sentir cuánto te da la gana, en compañía de esa alma bella, que danza en tu corazón… T Q M.

        1. Las palabras son mágicas cuando el amor habla, ví a la inesita y su belleza en movimiento, te ví pequeña y alucinada, con esa madre bella que hablaba con el cuerpo, te vi diferenciando entre la madre y la mujer, te veo a ti, bella, abriéndose a la vida, soltando tus cadenas, sin miedo a lo vulnerable, sin miedo a sentir, te veo caminando libre, con ganas de vivir intensamente, y sentir cuánto te da la gana, en compañía de esa alma bella, que danza en tu corazón… T Q M.

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