Estoy en Esauira, hace 2 días estaba en la dicha, ya pronta a volver a casa después de un viaje sanador, mágico, lleno de momentos increíbles, de hecho, nunca había tenido un viaje con tantos momentos increíbles. Me sentía luminosa y amorosa. Expelía amor y se me devolvía multiplicado, sin embargo, esos 2 días pasaron y con ellos la maldita dicha.   

El tercer día era diferente. Yo era diferente. La misma ciudad pequeña e idílica, con sus botes azules y los pescados frescos a la venta en la caleta donde escogía exactamente el pescado que almorzaría en el chinchel favorito con el mar de fondo. Ese mar con olor a mar y color de mar. Con las gaviotas chillando por comida y las personas hablando otro idioma. Las tiendas multicolor con las mismas prendas, la tienda de collares con los mismos collares, pero yo era otra.   

Iba caminando desdichada, recién terminada, en realidad había terminado hace un mes, pero hace 3 días él dejó de hablarme. Si había esperanzas de volver, él se las llevó de un día pa´ otro, así, con un visto. Anoche, más encima, mi país se enciende y yo no entiendo nada. Y me quedan 3 días más acá, lejos de todo, sola, con el corazón roto y el orgullo agonizando. Con la incertidumbre de no saber qué está pasando y, peor, de lo que pasará.  No tengo el control, no tengo piso y eso abre un hoyo sin fin bajo mis pasos y caigo y no paro de caer.  

Me obligué a salir del Riad y hacer mi rutina: shopping, caleta, almuerzo, mantras al lado del mar, más shopping, postres y terminar el día con un baño de tina, ¡¡¡porque mi pieza tenía una tina y grande, donde cabía completa!!! Mis 175 cm de largo al mismo tiempo bañándose con agua caliente y algún jabón delicioso, esto mezclado con algún aceite exquisito y olores que te hacen sentir una reina de algo.  

Pese a todo, me sentía miserable y no tenía ganas de nada sólo de no estar sola, de no sentirme sola.   

Salí igual, y me fui a ver las cerámicas que es lo que me estaba faltando para completar la maleta de 23 kilos. Había varias tiendas, pero escogí una y me atendió Makki. Me miró fijamente y no vi sus ojos pardos, lo que vi fue su impresión ante mi presencia. Y sentí como se quedaba sin aliento.   

 Comienza a preguntarme, como todos, de donde soy…. al decir Chile, esperaba el típico ooooh! ¡Zamorano! Alexis! Pero no, justo hoy me dice: Uds. tuvieron un dictador, Pinochet, que murió en Inglaterra…. y hablamos un poco de Chile, le conté lo que había pasado ayer y que estaba preocupada. Él estaba tranquilo y me tranquilizó, me sentí comprendida, menos sola. Me habló de que los cambios son buenos y que en estos tiempos digitales todo pasa muy rápido y el que se demora es uno en acostumbrarse.  

Fue muy amable y me mostró todas las cerámicas que tenía, los diferentes estilos y colores. Me mostró las exhibidas y las escondidas en el segundo piso.  Me contó de dónde venía cada una y que tribus o pueblos que las hacían. Escogí las piezas que me gustaron, pero no las llevaría en ese momento porque mi día recién comenzaba. Me despedí prometiendo volver más tarde, él me detiene y me regala un perfume maravilloso, el que más me gustó desde que llegué a la tierra de los perfumes.   

Al terminar el día volví por mis cerámicas. Era pagar y salir, pero Makki no estaba dispuesto a dejarme ir, ya no sabía cómo retenerme, me mostraba más perfumes que se impregnaban en mi piel, más tinturas cuyos colores se impregnaban en mis ojos, más especias que estimulan mi olfato y quedan impregnadas en mi nariz, hasta que finalmente me invita un té: “For free”, me aclara…. no era un té de menta como todos, escogió cada hierba de su respectivo frasco grande de vidrio que tenía expuestos en las repisas a lo alto de toda la pared: cedrón, cardamomo, rosa, azafrán, unas pelotitas oscuras y otras hierbas que tampoco reconocí. Una delicia. Tomamos té y conversamos del mundo. Sin pedirlo, me hizo un buen descuento y me dice: y ese tazón es para ti. Y me lo envuelve, lentamente, en un diario escrito en árabe y me lo regala.   

Me fui a casa, al riad, sintiendo el perfume de rosa que me había puesto antes, era un olor suave y amoroso al que podía acceder cada vez que olía mi mano. Lo sentí durante varias horas.   

Al otro día volví, quería más, más perfumes, más de esa mirada. El estaba feliz de verme. Yo estaba feliz de verme en sus ojos. “Te vas mañana” me dijo…. “ojalá vuelvas más tarde”. No volví.  

Me quedo con esa historia que me mantuvo con una sonrisa harto rato. Todavía sonrío cuando la recuerdo.   

Ver su cara con esa devoción en los ojos y lo que esa mirada me hace sentir. ¿Que verá en mí que me devuelve esa mirada?   

Eso quiero, eso quiero sentir. Ojalá cada día. Encontrar alguien que me mire así cada día. Esa mirada que te dan las guagüitas de vez en cuando, esa mirada que a veces siento del Newen, mi sobrino perro, cuando nos quedamos solos. Esa mirada que te da un amante cuando no es solo sexo. La mirada de un desconocido en una tienda de cerámicas en Marruecos. Esa mirada que llena, que te quita el aliento, que te hace sonreír. Eso quiero, compartir con ese ser, con esos seres que producen plenitud con tan solo su mirada. 

2 thoughts on “Miradas

  1. Querida Ilania, quizá no te acuerdes de mí pero yo sí te recuerdo porque te conocí de muy pequeñita.
    Soy el Pancho Chat, amigo del Poncho, de la Inesita, y de todos tus tíos y tías.
    Sólo quiero felicitarte por tu gran expresividad, la calidad de tus imágenes y tu estilo de escritura.
    Puedes creerme, que sé de lo que te hablo cuando te digo que eres una excelente escritora.
    Te mando un abrazo lleno de newuén.

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